Existe
una gran diferencia entre ambos, aunque pueden resultar muy parecidos. Un amor propio bien entendido es un gran
valor religioso. La persona que no se ama a sí misma no será capaz de amar a nadie. La primera oleada del amor tiene que rodearte a
ti mismo. Tienes
que amar tu propio cuerpo, tu alma, tu totalidad.
Y eso es algo
natural, porque si no, no podrías sobrevivir. Y también es bello, porque te embellece. La persona que se ama a sí misma
se vuelve grácil, elegante. La persona que se ama a sí misma está abocada a ser silenciosa, más meditativa, con una
actitud hacia la oración más marcada que la que no se ama a sí misma.
Si no quieres tu
casa, si no te gusta, no la limpiarás; si no te gusta no la pintarás, no la rodearás de un hermoso jardín ni le pondrás
un estanque con lotos. Si te amas a ti mismo crearás un jardín a tu alrededor,
intentarás desarrollar tu potencial, intentarás expresar todo lo que hay en tu interior. Si te amas, te regarás y te nutrirás.
Y ya verás qué sorpresa si te amas a ti mismo: los
demás también te amarán. Nadie ama a
quien no se ama a sí mismo. Si ni siquiera puedes amarte a ti mismo, ¿quién va
a molestarse en hacerlo? Y quien no se ama a sí mismo no puede permanecer
neutral.
Recuérdalo: en
la vida no existe la neutralidad.
Quien
no se ama a sí mismo, odia, tiene que odiar... la vida no conoce la neutralidad. La vida siempre supone una
elección. No amar no significa que puedas mantenerte en ese estado
sin amor; por el contrario, odiarás.
Y la persona que se
odia a sí misma se vuelve destructiva.
Y la persona que se odia a sí misma odiará a todos los demás,
será violenta y colérica, siempre estará enfadada. Si una
persona se odia a sí misma, ¿cómo puede esperar que
la amen los demás? Su vida quedará destruida. El amor propio es un gran valor
religioso
Osho - El libro del Ego