Hay un club muy solicitado, muy popular, el cual goza ya de muchos miembros. El ser su socio tiene muchos beneficios ya que es muy cómodo y de fácil acceso: es el Club de la Lágrima Perpetua. ¿Conoces a algún socio? ¿Eres uno de ellos?.
Aunque no lo creas, muchos de nosotros inconscientemente preferimos quedarnos en el limbo de la queja, de la enfermedad imaginaria, de la baja autoestima, que entrar al mundo de los "muy confiados". Perderíamos muchas cosas que hasta ahora nos han sido muy útiles para sobrevivir.
Gozamos de varios beneficios psicológicos difíciles de renunciar para salir adelante. Les parece descabellada la idea? Por supuesto que nunca pensamos en éstos beneficios como tales y jamás los admitiríamos en forma consciente, pero ahí están.
Sin importar qué tanto en apariencia se quiera salir de este club, en el fondo se puede llegar a tener una adicción a jugar el papel de "socio vitalicio". Es irónico e increíble, pero nos llegamos a sentir bien de sentirnos mal, porque de esa manera evadimos muchas responsabilidades y decisiones.
Si pusiéramos un anuncio en el periódico que invite a ampliar los miembros del Club, el anuncio diría así:
Inscríbase al Club de la Lágrima Perpetua y logre los siguientes beneficios:
- Siempre logrará captar la atención de los demás.
- Tendrá la excusa permanente para no concentrarse en sus deberes.
- Encontrará siempre el pretexto perfecto para comer lo que quiera y dejarse llevar por malos hábitos alimenticios.
- Podrá evadir sus responsabilidades y culpar siempre a otro.
- Logrará que la gente sienta lástima por usted.
- Conseguirá que los demás se vuelvan sus motivadores permanentes para levantarle el ánimo.
- Será aceptado fácilmente por los demás al no representar una competencia o amenaza para nadie.
- Nunca fracasará porque nunca intentará nada. Y eso da mucha tranquilidad.
- Si se comporta de una manera inadecuada, no importa, los demás lo disculparán porque sabrán que es una persona que tiene problemas.
- Recibirá muchas flores y halagos de los demás en su intento para levantarle el ánimo.
- ¡Inscríbase ya!
Suena muy tentador, no? Y te digo una cosa? Muchos de nosotros somos unos expertos en este club.
Piensa en aquellos momentos en los que estamos deprimidos y decimos: "Me siento apachurrado" , "estoy en la depre", o "es que estoy en la crisis de los 40", "estoy chipil" o "me siento como araña fumigada"; cada uno tenemos diferentes formas de expresar lo que sentimos. Mientras estamos así, tenemos el pretexto perfecto ante los demás para flojear; para hacer poco, para no tomar decisiones, etc. Y como nadie espera mucho de nosotros, cuando hacemos algo, es la gran cosa.
Esto refuerza el que sigamos con la conducta. El jugar el papel de víctima es una forma ideal de atrapar a los demás en hacernos sentir mejor; especialmente a aquellos a los que les encanta hacerle al psicólogo barato. Entre mejor haga el papel de "pobrecito de mí" más atraigo la atención y el cuidado de lo demás. Este hábito psicológico es muy difícil de romper y superar, ya que entre peor nos sentimos más atención recibimos. El solo hecho de pensar que perderíamos la atención de los demás nos aterra.
Es probable que de niños hayamos aprendido esta lección, ya que es común que al jugar tranquilos nadie nos hiciera caso, sin embargo, al llorar, recibíamos atención inmediatamente. Rápido se aprende la lección.
Valdría la pena detenernos y analizar honestamente cuáles son las recompensas que estamos obteniendo al pertenecer a este club de la queja, de la enfermedad imaginaria, de jugar el papel de mártir. Quizá sólo representamos este papel en ciertas áreas de nuestra vida, como con la pareja o los hijos, mientras que con los amigos o en el trabajo, somos a todo dar.
Aceptar que la lista anterior nos motiva en forma inconsciente no es fácil, como tampoco lo es identificar en cuáles de los beneficios estamos atrapados. A veces llevamos tanto tiempo con este jueguito que se nos dificulta salir de él.
A la larga, pertenecer a este club termina por no funcionar. Los aparentes beneficios terminan por revelarse como grandes limitaciones para el espíritu, para la mente y para nuestro crecimiento personal.
Se me ocurre una manera muy sencilla y muy efectiva de salir de este club. Todas las noches demos gracias a Dios por cinco cosas. Poco a poco, nos iremos dando cuenta que cuando la mira esta sólo en la queja pasamos por alto las mil bendiciones que la vida nos da.
Coincidirás conmigo en que se necesita coraje y decisión para salir de este círculo vicioso, sin embargo tendremos una gran recompensa: descubrir que nuestra autoestima crece y que lejos de perder la atención de los demás, la sumaremos a algo muy importante: la admiración y el valor de haberlo logrado.
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