Todas las desarmonías de la vida, sus discordias y asperezas tienen su origen dentro de nosotros y no fuera.
La mente de los sentidos nos inclina a buscar la causa fuera; pero la Enseñanza Interna nos dice que busquemos dentro.
El hombre sencillo echa la culpa a la vida o al destino; a sus iguales o a Dios y muy a menudo se siente muy quejoso y amargado por ello. Cuanto más busca la causa fuera de él y cuanto más culpa a los demás, tanto peores son sus dificultades, tanto más discordante se vuelve su vida.
La causa de la discordia no está en los demás o en las circunstancias externas; no está en el destino; no es la venganza de Dios.
Por el contrario, es la falta de ajuste con el propósito de
la vida; la falta de unidad con el Todo Cósmico, es la desarmonía con la
voluntad y el propósito divinos.
Aquel que retorna a su fuente divina y armoniza su vida
interna con el propósito que anima todo el plan cósmico, vive una vida de
armonía y paz, vive en Dios, piensa con Dios, trabaja con Dios, deviene
armonizando con la armonía divina. Su vida expresa paz y amor. Refleja la
serena calma del infinito. Las cosas que enojan e irritan a los corazones de
los hombres no lo afectan. Vive su vida en una vibración superior. Lleno de
amor y simpatía, ayuda a otros y trata de conducirlos a más altas cosas. Por la
armonía de su propia trayectoria vital ejerce reposada influencia sobre las
vidas de los demás. Es como el aceite vertido sobre aguas agitadas por la
tempestad. Infunde paz y esperanza a las vidas atribuladas.
Thomas Hamblin