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Hay un dicho Zen que dice: “Tal vez no podamos hacer que los pajaritos dejen de volar alrededor de nuestras cabezas, pero sí podemos evitar que hagan sus nidos en nuestro cabello”.
No se trata de negarlos o de no caer en la tentación de prestarles atención. Se trata de descubrir quiénes somos, y cuando lo hacemos, desarrollamos y sentimos una libertad interna tal que estas cosas ya no pueden distraernos.
Nuestro subconsciente tiene almacenados todos nuestros recuerdos. Mientras los recuerdos están dormidos, acomodados en el banco de nuestra memoria, no nos ocasionan ningún inconveniente. Las personas que aparecen en nuestras vidas, las visitas a ciertos lugares o las situaciones de la vida hacen que esos recuerdos despierten. De ese modo, las memorias se convierten en pensamientos y se manifiestan. Por eso es muy importante saber que en realidad las personas aparecen en nuestra vida para darnos otra oportunidad. ¿Cuál es esa oportunidad?. Es la de responsabilizarnos el cien por ciento y decir: “Lo siento. Perdóname por aquello que está en mí que ha creado esto”. (Ho’oponopono).
Es importantísimo recordar que los problemas, las situaciones y las personas no existen fuera de nosotros tal como los percibimos sino que nuestra percepción es simplemente un reflejo de nuestros pensamientos. Los problemas tampoco son lo que
pensamos que son. Nunca sabemos qué es lo que está pasando realmente. Los problemas son siempre “oportunidades”.
Debemos darnos cuenta que tenemos un efecto sobre el evento o el problema, y que nosotros lo hemos creado. Ésta es, en realidad, una buena noticia, ya que, como nosotros lo creamos, nosotros podemos cambiarlo sin depender de nada ni de nadie.
Fuente: “El camino más fácil” de Mabel Katz