Sólo hay
un acuerdo más, pero es el que permite que los otros tres se conviertan en
hábitos profundamente arraigados. El Cuarto Acuerdo se refiere a la realización
de los tres primeros: Haz siempre lo máximo que puedas.
Bajo
cualquier circunstancia, haz siempre lo máximo que puedas, ni más ni menos.
Pero piensa que eso va a variar de un momento a otro. Todas las cosas están
vivas y cambian continuamente, de modo que, en ocasiones, lo máximo que podrás
hacer tendrá una gran calidad, y en otras no será tan bueno. Cuando te
despiertas renovado y lleno de vigor por la mañana, tu rendimiento es mejor que
por la noche cuando estás agotado. Lo máximo que puedas hacer será distinto
cuándo estés sano que cuando estés enfermo, o cuando estés sobrio que cuando
hayas bebido. Tu rendimiento dependerá de que te sientas de maravilla y feliz o
disgustado, enfadado o celoso.-
En tus
estados de ánimo diarios, lo máximo que podrás hacer cambiará de un momento a
otro, de una hora a otra, de un día a otro. También cambiará con el tiempo. A
medida que vayas adquiriendo el hábito de los cuatro nuevos acuerdos, tu
rendimiento será mejor de lo que solía ser.-
Independientemente
del resultado, sigue haciendo siempre lo máximo que puedas, ni más ni menos. Si
intentas esforzarte demasiado para hacer más de lo que puedes, gastarás más
energía de la necesaria y, al final, tu rendimiento no será suficiente. Cuando
te excedes, agotas tu cuerpo y vas contra ti, y por consiguiente te resulta más
difícil alcanzar tus objetivos. Por otro lado, si haces menos de lo que puedes
hacer, te sometes a ti mismo a frustraciones, juicios, culpas y reproches.-
Limítate a
hacer lo máximo que puedas, en cualquier circunstancia de tu vida. No importa
si estás enfermo o cansado, si siempre haces lo máximo que puedas, no te juzgarás
a ti mismo en modo alguno. Y si no te juzgas, no te harás reproches, ni te
culparás ni te castigarás en absoluto. Si haces siempre lo máximo que puedas,
romperás el fuerte hechizo al que estás sometido.-
Había una
vez un hombre que quería trascender su sufrimiento, de modo que se fue a un
templo budista para encontrar a un maestro que le ayudase. Se acercó a él y le
dijo:-
«Maestro,
si medito cuatro horas al día, ¿cuánto tiempo tardaré en alcanzar la
iluminación?». El maestro le miró y le respondió: «Sí meditas cuatro horas al
día, tal vez lo consigas dentro de diez años».-
El hombre,
pensando que podía hacer más, le dijo: «Maestro, y si medito ocho horas al día,
¿cuánto tiempo tardaré en alcanzar la iluminación?».-
El maestro
le miró y le respondió: «Si meditas ocho horas al día, tal vez lo lograrás
dentro de veinte años».-
«Pero ¿por
qué tardaré más tiempo si medito más?», preguntó el hombre.-
El maestro
contestó: «No estás aquí para sacrificar tu alegría ni tu vida. Estás aquí para
vivir, para ser feliz y para amar. Si puedes alcanzar tu máximo nivel en dos
horas de meditación, pero utilizas ocho, sólo conseguirás agotarte, apartarte
del verdadero sentido de la meditación y no disfrutar de tu vida. Haz lo máximo
que puedas y tal vez aprenderás que independientemente del tiempo que medites,
puedes vivir, amar y ser feliz».-
Si haces
lo máximo que puedas, vivirás con gran intensidad. Serás productivo y serás
bueno contigo mismo porque te entregarás a tu familia, a tu comunidad, a todo.
Pero la acción es lo que te hará sentir inmensamente feliz. Siempre que haces
lo máximo que puedes, actúas. Hacer lo máximo que puedas significa actuar
porque amas hacerlo, no porque esperas una recompensa. La mayor parte de las
personas hacen exactamente lo contrario: sólo emprenden la acción cuándo
esperan una recompensa y no disfrutan de ella. Y ese es el motivo por el que no
hacen lo máximo que pueden.-
Por
ejemplo, la mayoría de las personas van a trabajar y piensan únicamente en el
día de pago y en el dinero que obtendrán por su trabajo. Están impacientes
esperando a que llegue el viernes o el sábado, el día en el que reciben su
salario y pueden tomarse unas horas libres. Trabajan por su recompensa y el
resultado es que se resisten al trabajo. Intentan evitar la acción; ésta
entonces se vuelve cada vez más difícil y esas personas no hacen lo máximo que
pueden. Trabajan muy duramente durante toda la semana, soportan el trabajo,
soportan la acción, no porque les guste, sino porque sienten que es lo que
deben hacer. Tienen que trabajar porque han de pagar el alquiler y mantener a
su familia. Son personas frustradas y cuando reciben su paga, no se sienten
felices.-
Tienen dos
días para descansar, para hacer lo que les apetezca y ¿qué es lo que hacen?
Intentan escaparse. Se emborrachan porque no se gustan a sí mismos. No les
gusta su vida. Cuando no nos gusta como somos, nos herimos de muy diversas
maneras. Sin embargo, si emprendes la acción por el puro placer de hacerlo, sin
esperar una recompensa, descubrirás que disfrutas de cada cosa que llevas a
cabo. Las recompensas llegarán, pero tú no estarás apegado a ellas. Si no
esperas una recompensa, es posible que incluso llegues a conseguir más de lo
que hubieses imaginado. Si nos gusta lo que hacemos y si siempre hacemos lo
máximo que podemos, entonces disfrutamos realmente de nuestra vida. Nos divertimos,
no nos aburrimos y no nos sentimos frustrados.-
Cuando
haces lo máximo que puedes, no le das al Juez la oportunidad de que dicte
sentencia y te considere culpable. Si has hecho lo máximo que podías y el Juez
intenta juzgarte basándose en tu Libro de la Ley, tú tienes la respuesta: «Hice
lo máximo que podía». No hay reproches. Ésta es la razón por la cual siempre
hacemos lo máximo que podemos. No es un acuerdo que sea fácil de mantener, pero
te hará realmente libre. Cuando haces lo máximo que puedes, aprendes a
aceptarte a ti mismo, pero tienes que ser consciente y aprender de tus errores.
Eso significa practicar, comprobar los resultados con honestidad y continuar
practicando. Así se expande la conciencia.-
Cuando
haces lo máximo que puedes no parece que trabajes, porque disfrutas de todo lo
que haces. Sabes que haces lo máximo que puedes cuando disfrutas de la acción o
la llevas a cabo de una manera que no te repercute negativamente. Haces lo
máximo que puedes porque quieres hacerlo, no porque tengas que hacerlo, ni por
complacer al juez o a los demás. Si emprendes la acción porque te sientes
obligado, entonces, de ninguna manera harás lo máximo que puedas. En ese caso,
es mejor no hacerlo. Cuando haces lo máximo que puedes, siempre te sientes muy
feliz; por eso lo haces. Cuando haces lo máximo que puedes por el mero placer
de hacerlo, emprendes la acción porque disfrutas de ella.-
La acción
consiste en vivir con plenitud. La inacción es nuestra forma de negar la vida,
y consiste en sentarse delante del televisor cada día durante años porque te da
miedo estar vivo y arriesgarte a expresar lo que eres. Expresar lo que eres es
emprender la acción. Puede que tengas grandes ideas en la cabeza, pero lo que
importa es la acción. Una idea, si no se lleva a cabo, no producirá ninguna
manifestación, ni resultados ni recompensas.-
Hacer lo
máximo que puedas es un gran hábito que te conviene adquirir. Yo hago lo máximo
que puedo en todo lo que emprendo y siento. Hacerlo se ha convertido en un
ritual que forma parte de mi vida, porque estás vivo. No disfrutar de lo que
sucede ahora mismo es vivir en el pasado, es vivir sólo a medias. Esto conduce
a la autocompasión, el sufrimiento y las lágrimas.-
Naciste
con el derecho de ser feliz. Naciste con el derecho de amar, de disfrutar y de
compartir tu amor. Estás vivo, así que toma tu vida y disfrútala. No te
resistas a que la vida pase por ti, porque es Dios que pasa a través de ti. Tu
existencia prueba, por sí sola, la existencia de Dios. Tu existencia prueba la
existencia de la vida y la energía.-
No
necesitamos saber ni probar nada. Ser, arriesgarnos a vivir y disfrutar de
nuestra vida, es lo único que importa. Di que no cuando quieras decir que no, y
di que sí cuando quieras decir que sí. Tienes derecho a ser tú mismo. Y sólo
puedes serlo cuando haces lo máximo que puedes. Cuando no lo haces, te niegas
el derecho a ser tú mismo. Ésta es una semilla que deberías nutrir en tu mente.
No necesitas muchos conocimientos ni grandes conceptos filosóficos. No
necesitas que los demás te acepten. Expresas tu propia divinidad mediante tu
vida y el amor por ti mismo y por los demás.-
Los tres
primeros acuerdos sólo funcionarán si haces lo máximo que puedas. No esperes
ser siempre impecable con tus palabras. Tus hábitos rutinarios son demasiado
fuertes y están firmemente arraigados en tu mente. Pero puedes hacer lo máximo
posible. No esperes no volver nunca más a tomarte las cosas personalmente; sólo
haz lo máximo que puedas. No esperes no hacer nunca más ninguna suposición,
pero sí puedes hacer lo máximo posible.-
Si haces
lo máximo que puedas, hábitos como emplear mal tus palabras, tomarte las cosas
personalmente y hacer suposiciones se debilitarán y con el tiempo, serán menos
frecuentes. No es necesario que te juzgues a ti mismo, que te sientas culpable
o que te castigues por no ser capaz de mantener estos acuerdos. Cuando haces lo
máximo que puedes, te sientes bien contigo mismo aunque todavía hagas
suposiciones, aunque todavía te tomes las cosas personalmente y aunque todavía
no seas impecable con tus palabras.-
Si siempre
haces lo máximo que puedas, una y otra vez, te convertirás en un maestro de la
transformación. La práctica forma al maestro. Todo lo que sabes lo has
aprendido mediante la repetición.-
Si haces
lo máximo que puedas en la búsqueda de tu libertad personal y de tu autoestima,
descubrirás que encontrar lo que buscas es sólo cuestión de tiempo. No se trata
de soñar despierto ni de sentarse varias horas a soñar mientras meditas. Debes
ponerte en pie y actuar como un ser humano. Debes honrar al hombre o la mujer
que eres. Debes respetar tu cuerpo, disfrutarlo, amarlo, alimentarlo, limpiarlo
y sanarlo. Ejercítalo y haz todo lo que le haga sentirse bien. Tu propio cuerpo
es una manifestación de Dios, y si honras a tu cuerpo, todo cambiará para ti.
Cuando des amor a todas las partes de tu cuerpo, plantarás semillas de amor en
tu mente, y cuando crezcan, amarás, honrarás y respetarás tu cuerpo
inmensamente.-
Cuando
honres estos cuatro acuerdos juntos, ya no vivirás más en el infierno.
Definitivamente, no. Si eres impecable con tus palabras, no te tomas nada
personalmente, no haces suposiciones y siempre haces lo máximo que puedas, tu
vida será maravillosa y la controlarás totalmente.-
Los Cuatro
Acuerdos son un resumen de la maestría de la transformación, una de las
maestrías de los Toltecas. Transformas el infierno en cielo. Sólo tienes que
adoptarlos y respetar su significado y su poder.-
Don Miguel Ruiz - Los cuatro acuerdo