Debemos comprender, que el cielo no es un lugar sino que es un plano interior de la conciencia.
“El nuevo cielo” es el florecimiento de un estado transformado de la conciencia humana, y “la nueva tierra” es su proyección en el plano físico.
El hombre hizo a “Dios” a su imagen y semejanza.
Lo eterno, lo infinito y lo innombrable se redujo a un ídolo mental al cual había que venerar y en el cual había que creer como “mi dios” o “nuestro dios”.
Sin embargo, es poco probable que podamos percibirlo, a menos que hayamos podido aunque sea, vislumbra esa Verdad en nuestro interior.
A lo largo de la historia han existido seres que han experimentado el cambio de conciencia y han reconocido en su interior aquello hacia lo cual apuntan todas las religiones. Eliminaron una a una todas las capas sofocantes de la conceptualización, y las estructuras de los credos mentales.
Fue a través de estos seres que las religiones recuperaron el poder transformador de las enseñanzas originales.
LA URGENCIA DE UNA TRANSFORMACIÓN
EL EGO: EL ESTADO ACTUAL DE LA HUMANIDAD
Para el ego, tener es lo mismo que Ser: tengo, luego existo.
Debajo de la superficie no solamente todo está conectado entre sí, sino que también está conectado con la fuente de la vida de la cual provino.
El ego no es más que eso: la identificación con la forma, es decir con las formas de pensamiento principalmente.
Cuando desaparecen o nos arrebatan las formas con las cuales nos hemos identificado y las cuales nos han proporcionado el sentido del ser, el ego se derrumba puesto que el ego es identificación con la forma.
El despertar es un cambio de conciencia consistente en el divorcio entre el pensamiento y la conciencia.
Es un proceso en el cual el nuevo estado de conciencia toma posesión gradualmente transformando todo lo que la persona hace y conviviéndose así en parte integral de la vida.
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La verdad última de lo que somos no está en decir yo soy esto o aquello, sino en decir: YO SOY.
Texto extraído del libro Una Nueva Tierra de Eckhart Tolle
Autor: Nueva Gaia