"Los cambios y el crecimiento ocurren cuando una persona decide arriesgarse y se atreve a involucrase en experimentar su propia vida." - Herbert A. Otto
¡Cuánto puede cambiarle la vida a alguien que está dispuesto a evolucionar! Definitivamente de esto ya no me queda la menor duda.
Cada vez que voy en mi automóvil e incluso ahí me encuentro en tanta paz y al mismo tiempo volteo a ver a un par de personas gritarse y discutir en la calle, no lo entiendo. Vamos, más me admiro de que en un cuadrante de menos de 500 m. a la redonda, podamos coexistir personas con una gran paz y otras con tremenda ansiedad y desasosiego, y otras tantas indiferentes a las primeras dos. ¡Wow! Milagro. ¿Y por qué te comento esto? Pues porque, me surgió una idea: yo, en algún momento pasado de mi vida, también tuve momentos de tremenda ansiedad. ¿Por qué hoy ya no? Algo está pasando, se puede entender como un acontecimiento que se está sucediendo, o bien, se puede entender como algo que esta desapareciendo del presente y está ingresando precisamente al pasado, Quiero que pienses que la vida es precisamente evolución. Tú y yo, ahora mismo, estamos evolucionando. Sólo que ciertas personas lo hacen a mayor velocidad que otras, todo depende de su “despertar” a esta Nueva Conciencia de los hechos en la vida.
Hoy, he notado que ya no me gustan ciertas cosas que antes me encantaban. Ese cambio me ha impresionado. ¿Cómo si antes me fascinaba, hoy ha perdido todo interés? Pues así es. Por ejemplo, antes (hace 3 o 4 años) me fascinaba ver programas de televisión hasta tarde, hoy me gusta pero prefiero por mucho, meditar y leer durante horas. ¿Qué pasa? De hecho, antes le daba mucha importancia a lo que la gente (sobre todo mis amigos) dijera de mí, hasta me daba cierta pena negarme a salir cuando me invitaban y terminaba yendo. Hoy hasta he encontrado placer en negarme y quedarme en mi casa. ¡Caray! Y pensar que hasta hace unos cinco años criticaba a mis papás porque siempre preferían quedarse encerrados en su casa cada vez que los invitaba a salir. Hoy me estoy pareciendo. ¡Ups! Qué bueno que no los critiqué mucho que digamos. ¿Ya estaré “ruqueando”? Mmm..., no, no creo. No me siento viejo. De hecho, no lo soy ni me identifico con esa actitud. Pero de que algo está cambiando, sí. Algo está pasando. Está cambiando tanto mi vida.
Sé que esto puede escucharse arrogante, ¡pero es que así es! Mmm..., no me refiero a que sea arrogante, heee, sino que así me viene sucediendo en los últimos tiempos. Me interesaban mucho, los clásicos temas de “Liderazgo”, “Servicio”, “Calidad”, no, nada de eso. De hecho, lo más impresionante –y aquí viene una gran confesión que te haré hoy— es que ni a mí mismo ya me gustan esos temas. Hace tiempo que años que ya no hablo de eso, y de hecho, me consideraba un “experto” en esos temas. Me admiro de cómo llegué a convencer a muchas personas de algo que hoy, ya no creo. Peor aún, me admiro de cómo logré persuadirlos, de algo que hoy me he dado cuenta que no es cierto. Fuerte, ¿verdad?
Yo también lo siento así. Bueno, tal vez no es que no sea cierto, sino que fue cierto para aquella época y en su momento funcionó, pero hoy no me funciona por lo menos mí. Por ejemplo, antes, hace años, me fascinaba contagiar a la gente a ¡ser mejor! Hoy, ya no me interesa en lo más mínimo que la gente sea mejor. Hoy me interesa que la gente viva en paz, aceptando mucho de lo que ya es y que con eso realmente sea feliz. Ya no me interesa en lo más mínimo la excelencia y todos esos eslóganes que en algún momento de mi vida me convencieron. Ya no quiero hablar persuadiendo a la gente de que puede llegar a ser líder, no, para nada. Hoy he encontrado algo más trascendente. Hoy propongo una Nueva Conciencia en donde la gente sea feliz y viva con mayor paz, así tal como es.
Entendiendo que todo pasa por algo y que nosotros sólo somos observadores de todo aquello que pasa. Hoy he encontrado en mi vida una auténtica invitación a que todos despertemos a ser más espirituales. No sé. Algo está pasando. Hace años, cuando me preguntaban acerca de cuál podría ser el sentido de la vida, daba respuestas como “ser feliz”, “encontrar sentido a lo que hacemos y a la felicidad misma”, “realizarnos en nuestro trabajo”, “ayudar a los demás”, etc. Hoy, ante esa misma pregunta, ¿Cuál será el sentido de la vida? Me atrevo a decir: Conocer a Dios. Sentirlo.
Hace años invitaba a la gente a competir, ¡a ganar! ¡a ser los mejores! Hoy no, no en absoluto. Ya no creo en esto que tanto nos separa a unos de otros. Siempre queriendo demostrar que somos mejores. ¡No! Hoy invito a la gente a colaborar. Creo que este ha sido un gran cambio. Colaborar en lugar de competir. Tal vez por eso, pienso: “Sólo el auténtico perdedor necesita ganar”.
Pues bien, hoy me emociona haber encontrado una explicación a todo esto que estoy viviendo y que tú, muy posiblemente, también. ¡Encontré la explicación! En la obra de Carl Jung “El hombre moderno en busca de un alma”, ofreció algunas percepciones críticas sobre las tareas del desarrollo de la edad adulta. Estaba convencido de que la conciencia de un yo superior, un verdadero yo, constituyen una tarea de desarrollo de la edad adulta. A continuación, te ofrezco mi propia interpretación de las fases del desarrollo adulto del doctor Jung.
Escribo sobre estas cuatro fases con un cierto grado de experiencia personal porque he pasado varios años en cada una de ellas. Han sido como escalones para subir hacia un nivel de conciencia cada vez más alto. Espero que tú y yo que estamos en este ascenso y mi mayor ilusión es que este breve ensayo que te presento hoy te ayude a percatarte de tan valiosa percepción de la vida. Quiero aclarar enfáticamente algo: creo que ninguna de las fases es una mejor o peor que otra, son simplemente etapas que todo adulto pasamos y darnos cuenta de ello ya es un gran principio para poder avanzar a la siguiente. Cada fase supone experiencias que nos llevan una a la otra, escalones que nos permiten alcanzar nuestro propio destino, nuestro verdadero yo.
Cuando las leas, examina las fases personales y únicas de tu desarrollo como adulto y encuentra un paralelo con los arquetipos del doctor Jung. Quisiera que tu objetivo sea ser conciente de tu verdadero yo, como una dimensión de tu ser que trasciende las limitaciones de un mundo material.
Las cuatro fases del desarrollo adulto.
1ª Fase: El Atleta.
Aquí uso la palabra “atleta” sin la más mínima intención de denigrar a los atletas o el comportamiento atlético, al contrario, admiro esa disciplina. Sólo uso esta palabra para identificar a este período del desarrollo adulto. Fase en la que una persona se identifica fundamentalmente –y en ocasiones únicamente— con su cuerpo físico y en cómo funciona en nuestra vida cotidiana. Es la fase en la que medimos nuestro valor y felicidad por nuestro aspecto y nuestras capacidades físicas, tales como: la rapidez con la que corremos, lo lejos y fuerte con que arrojamos una pelota, lo alto que podemos saltar y el tamaño de nuestros músculos o las conquistas sexuales que logramos. Juzgamos el valor de nuestro aspecto físico por un canon de capacidad de atracción basado en la forma, el tamaño, el color de nuestra piel, la textura de nuestras partes del cuerpo, el tipo y color del cabello, lo marcado del abdomen, etc. Incluso, en una sociedad como la nuestra, marcada por el consumo, este juicio se extiende al tipo de automóviles que usamos, la casa y fundamentalmente la ropa. En esta fase, vestir con ropa “de marca” o de una exclusiva calidad, es lo que le da seguridad a la persona. Sin ese tipo de ropa, la persona no se siente nada bien. En esta etapa, el automóvil que usa la persona lo experimenta como una extensión de sí mismo, como un reflejo de su ser, por ejemplo, si el auto pasa por un bache y se golpea, le llega a doler al dueño como si el golpe lo recibiera él mismo en su propio cuerpo. Esto también se ve cuando una persona ya vieja siente rejuvenecer manejando un automóvil juvenil o deportivo.
Se trata de preocupaciones que tiene la persona cuando se encuentra en la fase incipientemente inicial del desarrollo adulto. Es el período en que la vida parece imposible sin un espejo y una continua necesidad de aprobación que nos haga sentirnos seguros. Esta fase del “atleta” es en la que más nos identificamos con nuestro rendimiento, atracción y éxito social. Es aquí donde a mucha gente le importa “la imagen del éxito”.
Muchas personas salen de esta fase y llegan a hacer consideraciones de su vida más significativas. Otros entran y salen de esta fase dependiendo de circunstancias sociales. Otros se quedan en esta fase durante toda su vida. El que tú logres avanzar más allá de esta fase depende del cómo te obsesiones por tu propio cuerpo como fuente primordial de autoidentificación. Estoy de acuerdo en que resulta valioso –muy valioso— cuidar de nuestro cuerpo, pero sin identificarnos con él. ¡Somos más que un cuerpo! Aunque algunas personas no lo crean.
Esta fase definitivamente no es una en la cual puedas manifestar tu verdadero yo. Para alcanzar a ver y sentir tu capacidad y energía interior divina, tienes que superar la idea de que eres un ser exclusivamente físico y no vivir pensando sólo en tu belleza o atracción. Así, favorecerías poder avanzar y pasar a la...
Cada vez que voy en mi automóvil e incluso ahí me encuentro en tanta paz y al mismo tiempo volteo a ver a un par de personas gritarse y discutir en la calle, no lo entiendo. Vamos, más me admiro de que en un cuadrante de menos de 500 m. a la redonda, podamos coexistir personas con una gran paz y otras con tremenda ansiedad y desasosiego, y otras tantas indiferentes a las primeras dos. ¡Wow! Milagro. ¿Y por qué te comento esto? Pues porque, me surgió una idea: yo, en algún momento pasado de mi vida, también tuve momentos de tremenda ansiedad. ¿Por qué hoy ya no? Algo está pasando, se puede entender como un acontecimiento que se está sucediendo, o bien, se puede entender como algo que esta desapareciendo del presente y está ingresando precisamente al pasado, Quiero que pienses que la vida es precisamente evolución. Tú y yo, ahora mismo, estamos evolucionando. Sólo que ciertas personas lo hacen a mayor velocidad que otras, todo depende de su “despertar” a esta Nueva Conciencia de los hechos en la vida.
Hoy, he notado que ya no me gustan ciertas cosas que antes me encantaban. Ese cambio me ha impresionado. ¿Cómo si antes me fascinaba, hoy ha perdido todo interés? Pues así es. Por ejemplo, antes (hace 3 o 4 años) me fascinaba ver programas de televisión hasta tarde, hoy me gusta pero prefiero por mucho, meditar y leer durante horas. ¿Qué pasa? De hecho, antes le daba mucha importancia a lo que la gente (sobre todo mis amigos) dijera de mí, hasta me daba cierta pena negarme a salir cuando me invitaban y terminaba yendo. Hoy hasta he encontrado placer en negarme y quedarme en mi casa. ¡Caray! Y pensar que hasta hace unos cinco años criticaba a mis papás porque siempre preferían quedarse encerrados en su casa cada vez que los invitaba a salir. Hoy me estoy pareciendo. ¡Ups! Qué bueno que no los critiqué mucho que digamos. ¿Ya estaré “ruqueando”? Mmm..., no, no creo. No me siento viejo. De hecho, no lo soy ni me identifico con esa actitud. Pero de que algo está cambiando, sí. Algo está pasando. Está cambiando tanto mi vida.
Sé que esto puede escucharse arrogante, ¡pero es que así es! Mmm..., no me refiero a que sea arrogante, heee, sino que así me viene sucediendo en los últimos tiempos. Me interesaban mucho, los clásicos temas de “Liderazgo”, “Servicio”, “Calidad”, no, nada de eso. De hecho, lo más impresionante –y aquí viene una gran confesión que te haré hoy— es que ni a mí mismo ya me gustan esos temas. Hace tiempo que años que ya no hablo de eso, y de hecho, me consideraba un “experto” en esos temas. Me admiro de cómo llegué a convencer a muchas personas de algo que hoy, ya no creo. Peor aún, me admiro de cómo logré persuadirlos, de algo que hoy me he dado cuenta que no es cierto. Fuerte, ¿verdad?
Yo también lo siento así. Bueno, tal vez no es que no sea cierto, sino que fue cierto para aquella época y en su momento funcionó, pero hoy no me funciona por lo menos mí. Por ejemplo, antes, hace años, me fascinaba contagiar a la gente a ¡ser mejor! Hoy, ya no me interesa en lo más mínimo que la gente sea mejor. Hoy me interesa que la gente viva en paz, aceptando mucho de lo que ya es y que con eso realmente sea feliz. Ya no me interesa en lo más mínimo la excelencia y todos esos eslóganes que en algún momento de mi vida me convencieron. Ya no quiero hablar persuadiendo a la gente de que puede llegar a ser líder, no, para nada. Hoy he encontrado algo más trascendente. Hoy propongo una Nueva Conciencia en donde la gente sea feliz y viva con mayor paz, así tal como es.
Entendiendo que todo pasa por algo y que nosotros sólo somos observadores de todo aquello que pasa. Hoy he encontrado en mi vida una auténtica invitación a que todos despertemos a ser más espirituales. No sé. Algo está pasando. Hace años, cuando me preguntaban acerca de cuál podría ser el sentido de la vida, daba respuestas como “ser feliz”, “encontrar sentido a lo que hacemos y a la felicidad misma”, “realizarnos en nuestro trabajo”, “ayudar a los demás”, etc. Hoy, ante esa misma pregunta, ¿Cuál será el sentido de la vida? Me atrevo a decir: Conocer a Dios. Sentirlo.
Hace años invitaba a la gente a competir, ¡a ganar! ¡a ser los mejores! Hoy no, no en absoluto. Ya no creo en esto que tanto nos separa a unos de otros. Siempre queriendo demostrar que somos mejores. ¡No! Hoy invito a la gente a colaborar. Creo que este ha sido un gran cambio. Colaborar en lugar de competir. Tal vez por eso, pienso: “Sólo el auténtico perdedor necesita ganar”.
Pues bien, hoy me emociona haber encontrado una explicación a todo esto que estoy viviendo y que tú, muy posiblemente, también. ¡Encontré la explicación! En la obra de Carl Jung “El hombre moderno en busca de un alma”, ofreció algunas percepciones críticas sobre las tareas del desarrollo de la edad adulta. Estaba convencido de que la conciencia de un yo superior, un verdadero yo, constituyen una tarea de desarrollo de la edad adulta. A continuación, te ofrezco mi propia interpretación de las fases del desarrollo adulto del doctor Jung.
Escribo sobre estas cuatro fases con un cierto grado de experiencia personal porque he pasado varios años en cada una de ellas. Han sido como escalones para subir hacia un nivel de conciencia cada vez más alto. Espero que tú y yo que estamos en este ascenso y mi mayor ilusión es que este breve ensayo que te presento hoy te ayude a percatarte de tan valiosa percepción de la vida. Quiero aclarar enfáticamente algo: creo que ninguna de las fases es una mejor o peor que otra, son simplemente etapas que todo adulto pasamos y darnos cuenta de ello ya es un gran principio para poder avanzar a la siguiente. Cada fase supone experiencias que nos llevan una a la otra, escalones que nos permiten alcanzar nuestro propio destino, nuestro verdadero yo.
Cuando las leas, examina las fases personales y únicas de tu desarrollo como adulto y encuentra un paralelo con los arquetipos del doctor Jung. Quisiera que tu objetivo sea ser conciente de tu verdadero yo, como una dimensión de tu ser que trasciende las limitaciones de un mundo material.
Las cuatro fases del desarrollo adulto.
1ª Fase: El Atleta.
Aquí uso la palabra “atleta” sin la más mínima intención de denigrar a los atletas o el comportamiento atlético, al contrario, admiro esa disciplina. Sólo uso esta palabra para identificar a este período del desarrollo adulto. Fase en la que una persona se identifica fundamentalmente –y en ocasiones únicamente— con su cuerpo físico y en cómo funciona en nuestra vida cotidiana. Es la fase en la que medimos nuestro valor y felicidad por nuestro aspecto y nuestras capacidades físicas, tales como: la rapidez con la que corremos, lo lejos y fuerte con que arrojamos una pelota, lo alto que podemos saltar y el tamaño de nuestros músculos o las conquistas sexuales que logramos. Juzgamos el valor de nuestro aspecto físico por un canon de capacidad de atracción basado en la forma, el tamaño, el color de nuestra piel, la textura de nuestras partes del cuerpo, el tipo y color del cabello, lo marcado del abdomen, etc. Incluso, en una sociedad como la nuestra, marcada por el consumo, este juicio se extiende al tipo de automóviles que usamos, la casa y fundamentalmente la ropa. En esta fase, vestir con ropa “de marca” o de una exclusiva calidad, es lo que le da seguridad a la persona. Sin ese tipo de ropa, la persona no se siente nada bien. En esta etapa, el automóvil que usa la persona lo experimenta como una extensión de sí mismo, como un reflejo de su ser, por ejemplo, si el auto pasa por un bache y se golpea, le llega a doler al dueño como si el golpe lo recibiera él mismo en su propio cuerpo. Esto también se ve cuando una persona ya vieja siente rejuvenecer manejando un automóvil juvenil o deportivo.
Se trata de preocupaciones que tiene la persona cuando se encuentra en la fase incipientemente inicial del desarrollo adulto. Es el período en que la vida parece imposible sin un espejo y una continua necesidad de aprobación que nos haga sentirnos seguros. Esta fase del “atleta” es en la que más nos identificamos con nuestro rendimiento, atracción y éxito social. Es aquí donde a mucha gente le importa “la imagen del éxito”.
Muchas personas salen de esta fase y llegan a hacer consideraciones de su vida más significativas. Otros entran y salen de esta fase dependiendo de circunstancias sociales. Otros se quedan en esta fase durante toda su vida. El que tú logres avanzar más allá de esta fase depende del cómo te obsesiones por tu propio cuerpo como fuente primordial de autoidentificación. Estoy de acuerdo en que resulta valioso –muy valioso— cuidar de nuestro cuerpo, pero sin identificarnos con él. ¡Somos más que un cuerpo! Aunque algunas personas no lo crean.
Esta fase definitivamente no es una en la cual puedas manifestar tu verdadero yo. Para alcanzar a ver y sentir tu capacidad y energía interior divina, tienes que superar la idea de que eres un ser exclusivamente físico y no vivir pensando sólo en tu belleza o atracción. Así, favorecerías poder avanzar y pasar a la...
Del Taller de Autoestima de Juan Carlos Fernández. Capitulo 77 Volumén 2