Si ves con atención, ahora que con Nueva Conciencia sabes que existe este juego, el triángulo dramático, puedes ver clarísimamente cómo todos eligen jugar uno de los papeles y luego, hasta intercambiarlos. La madre elige sentirse víctima por no ser festejada por el hijo frente al regalo. (De hecho, la madre nunca dio un regalo sino lanzó un anzuelo de reconocimiento, mismo que cuando no picó la carnada, la misma madre al lanzar el anzuelo preparó la condición necesaria para elegir sentirse víctima). El hijo con su aparente desdén era el perpetrador (quien cometió una falta según el juego), y el papá llegó como salvador. Pero luego, el hijo eligió ser víctima al creer que su mamá lo ataca con ese regalo, y el papá siendo salvador, por un momento eligió también eligió ser víctima y prefirió salirse de la habitación molesto por la actitud del hijo. En el instante en que el papá volvió con la mamá, volvió a elegir ser salvador y ahora le pedía cuentas a la madre a quien él veía como posible perpetradora, pero la madre continuó con su papel de víctima y así sucesivamente.
¿Te suenan familiares algunas de estas escenas? Pues porque es el juego que todos jugamos cuando no sabemos de Nueva Conciencia. Todos podemos elegir cualquiera de estos papeles, que de hecho los solemos elegir todo el día, todos los días. Pero en Nueva Conciencia existe otra opción. La otra opción: elegir no jugar. Punto. Así de fácil y sencillo y de hermosas consecuencias. Y además, por no jugar, ¡no nos aburrimos! Sino que permanecemos bien, extraordinariamente bien. Y permanecemos así, para frustración de los que quieren seguir jugando.
Mi alma gemela hace unos días estaba hablando por teléfono en su oficina con una querida amiga suya. Al lado de mi alma gemela se sienta una compañera de trabajo que escuchaba la conversación a lo lejos y cuando mi alma gemela colgó luego de risas y sonrisas, su compañera de lugar le dijo así como así y de la nada: "¡Oye... no voy a tolerar que andes secreteándote así con alguien al lado mío!". Se lo dijo en tono verdaderamente molesto. Mi alma gemela, como experta en Nueva Conciencia, se le quedó mirando y se remitió a decir: "No. Nada que ver. Pero bueno, hasta mañana". Se levantó y se fue a su gimnasio. Se acabó el pleito. O mejor dicho, nunca sucedió ninguno. ¿Por qué? Por la gran inteligencia y amor propio, manifiesto cuando alguien decide no jugar. En camino a su gimnasio, me habló mi alma gemela y me comentó el hecho. La tenté diciéndole: "¿Y por qué no le dijiste nada?". A lo que me respondió como una experta: "Ay, qué flojera. Ni al caso perder el tiempo frente a un absurdo". ¡Esa es mi alma gemela! Así lo hacen los grandes. No existe el menor caso para explicar lo que no requiere explicación. Y de inmediato la mente para adelante. Para lo que sigue. Esto se hace cuando se elige concientemente estar extraordinariamente bien.
Yo tuve una novia hace muchos años que ahora recuerdo y algún día me dijo: "En verdad te debes sentir muy orgulloso de mí". "Claro, pero por qué lo dices"-contesté. Y me dijo: "Pues porque tienes una novia extremadamente autosuficiente. He notado que cuando me molesto contigo, en verdad me encolerizo, luego me dan ganas de hacerte algo que te moleste, y más adelante, decido perdonarte y volverte a amar. Y me he dado cuenta de que cuando paso por todas estas etapas, ¡tú ni te das cuenta! ¡De ninguna! Y ya al final te sigo amando y yo solita me sentí, me enojé, te perdoné y tú ni enterado. Ya vez, yo solita hago todo". Terminábamos riendo y sí, efectivamente yo nunca veía diferencia en ella. Hoy que han pasado tantos años, efectivamente ella solita era autosuficiente para jugar el triángulo dramático. Y yo ni enterado. Yo desde hace muchos años elegí no jugar y he demostrado que esta es una fuente poderosísima para sentirse extraordinariamente bien todo el tiempo.
Hace unos meses recibí una llamada por chat de un querido amigo y me decía que tenía una película que me gustaba. Le comenté que me encantaría me la diera de inmediato. A lo que comentó: "Qué interesado eres, heee". Por supuesto que percibí su broma y le contesté con otra: "No te muerdas la lengua". En ese momento mi amigo me contestó: "¿Estás diciendo que soy interesado?". A lo que le dije: "No, solo dije que no te muerdas la lengua". Contestó: "Pues yo no me siento interesado". Le dije: "Eso es lo que verdaderamente importa, lo que tú pienses de ti. Y de esa forma qué te importa lo que piense yo o nadie". Dijo: "Pero tú si estás diciendo que soy interesado y creo que no te conviene tener a un interesado en tu vida". Contesté: "Ya, ya..., ¿cuándo me vas a dar la película?". Me contestó: "Ya te dije, no creo que sea bueno que tengas a un interesado en tu vida. Mejor hasta aquí la dejamos. Fue un placer conocerte y te agradezco todo lo que hiciste por mí. Bye". En ese instante se desconectó del chat. Me sorprendió y juro que todo el tiempo pensé que bromeaba pero no. Desde aquel día nunca más nos volvimos a hablar. Llevaba casi dos años de conocerlo y platicar con él muy seguido. Siempre le ayudé, siempre. ¿Por qué no lo busqué o por qué no le hablé? Porque decidí no jugar el triángulo dramático desde hace muchos años. A la víctima le encanta que la busquen y hace todo lo necesario para que se dé la búsqueda, pero cuando uno decide no jugar, simplemente no busca y pacíficamente a lo que sigue. Fue impresionante cómo se enfocó mi amigo, bueno ex amigo, en su papel de víctima. ¡Yo estaba bromeando en consecuencia a la broma que él inició! Pero tal parece que "presioné el botón" y se activó la víctima. De hecho, si repasas el diálogo, yo ya estaba preguntando por la película (otro tema) y él en su mente seguía con su actitud de víctima, seguía con el tema del interesado. ¡Increíble que la gente elija jugar tanto tiempo! Pero así suele ser el papel de "víctima", siempre elige seguir sufriendo aunque todo se haya arreglado incluso rápido. Y si analizas más, existe una de las más dramáticas incongruencias en su proceder, se molesta porque sintió que le dije interesado (algo que deliberadamente eligió percibir) y luego afirma encolerizado que no lo es. Pero al final me afirma que lo mejor es que un interesado no exista en mi vida y se fue. ¿Entonces es o no es interesado según él mismo? En fin, este tamaño de absurdos existen en la vida y quien juega el triángulo dramático, nunca se da cuenta de los absurdos. Este es otro rasgo del juego.
Tengo una conocida que cada vez que ve a mi alma gemela, le comenta: "Oye, no te he visto en estos días por aquí, ¿qué se pelearon?". A lo que mi alma gemela (sonriendo por dentro), solo repara en decir: "No, para nada. Tengo muchos pendientes y por eso no me habías visto". Mi conocida pelea (juego TD) con singular frecuencia con su pareja. Y algo que se aprende en el juego, es que si juegas con frecuencia, crees que los demás también juegan. Y no, no es así. Se confirma también en este juego que tú solo ves lo que llevas dentro. Se confirma el juego que todos jugamos, basta con dar pie para que el otro se divierta y siga el juego. Pero aquí se aprende algo valioso del juego: este sólo y exclusivamente sucede si otro quiere jugar, de otra manera, es imposible.
Cuando alguien intenta ofenderte, te está invitando a ser víctima e iniciar un juego. Con Nueva Conciencia observa a una ofensa como un regalo. Y qué pasa cuando no aceptas un regalo. ¿De quién es entonces? De quien te lo quiso dar y de ahí no pasó. En esta metáfora, cuando no aceptas el regalo significa que ante una ofensa no haces nada. Absolutamente nada. Eso es no aceptar el regalo y permitir que siga en posesión de aquel quien te lo quiso dar. Debes comprender que el mal solo es combatido con el mal. El bien no combate. En el instante que quieras combatir, incluso justificado por dignidad o buena causa, en ese instante deja de ser el bien y te enfilas en la oscuridad de mal. Te repito, solo el mal es combatido con el mal. El bien no combate, el bien ni siquiera sabe qué es combatir. Despierta. Por ejemplo, date cuenta de uno de los más grandes absurdos a los que ha llegado el hombre: ¿Cuál es el objetivo de una guerra? Respuesta: buscar la paz. ¿Quéeee? Pues sí. ¿Pero no hubiera sido mejor no hacer la guerra para ese objetivo? Pues sí. Pero entonces no hay juego.
Continuará...
Del Taller de Autoestima Volumén 1 de Juan Carlos Fernández