Una serpiente estaba persiguiendo a una luciérnaga. Cuando estaba a punto de comerla, ésta le dijo: ”¿Puedo hacerte una pregunta?”.
-La serpiente respondió ”En realidad nunca contesto preguntas de mis víctimas, pero por ser tú te lo voy a permitir”.
-Entonces la luciérnaga preguntó:
“¿Yo te hice algo?”,
“No” respondió la serpiente.
“-¿Pertenezco a tu cadena alimenticia?” preguntó la luciérnaga.,
“No” volvió a responder la serpiente.
-“Entonces, ¿por qué me quieres comer?” inquirió el insecto.
“Porque no soporto verte brillar”, respondió la serpiente.
1. Lo tuyo… ¿mejor que lo mío? ¿quién lo dijo?
Envidiar es una emoción que no sólo implica anhelar lo que la otra persona tiene, querer estar pasando por la misma circunstancia que el otro; el acto de envidiar implica mucho más: te coloca en un plano de continua insatisfacción y de queja permanente. La envidia nace de la sensación o de la creencia de que nunca voy a tener lo que el otro posee.
Sin embargo, ésto puede modificarse: si lo que te despierta envidia son los kilos que perdió tu compañera de oficina y tú estuvieras segura y convencida de que también podrías bajarlos si te lo propusieras, ¿tendrías envidia de ella? Si tu amigo consiguió un ascenso en el trabajo y tú supieras que haciendo tal o cual entrenamiento también llegarías a ese mismo nivel, ¿sentirías envidia de él? Como puedes ver, se trata de emociones evitables que terminan lastimándonos y desenfocándonos de nuestros propios objetivos.
Son emociones que lentamente nos destruyen, sin darnos cuenta de que la procesión va por dentro, como dice un viejo refrán. Bronca, dolor, ira y tristeza son sentimientos con los que nos encontramos al pensar que no hemos alcanzado lo que otros sí tienen. Podemos envidiar un buen coche, un cuerpo espectacular, una casa maravillosa, una salud de hierro, un cargo jerárquico, un buen esposo, una mujer inteligente, el carisma de un amigo, etc. La envidia puede originarse en aquello que pensamos que no tenemos y necesitamos obtener para ser felices y en una estima pobre y lastimada que siente que si tuviera lo que el otro ha logrado, entonces sí sería feliz.
Envidiar es desear lo que el otro tiene. La excelencia y el triunfo siempre traen envidia. Nadie envidia a un miserable o a un linyera. Se envidian los logros, el reconocimiento, la casa, el dinero, la familia, la pareja, los amigos.
Había un rey que quería saber qué era peor, si ser tacaño o ser envidioso; entonces tomó a dos personas y les dijo: “A uno le daré todo lo que me pida pero al otro le daré el doble.” Entonces el envidioso dijo: “A ver si entendí bien rey, ¿todo lo que te pida me lo darás pero al otro le darás el doble?”, “Sí”, dijo el rey. Entonces le dijo el envidioso al avaro: “Pida usted primero”; “Faltaba más”, dijo el avaro, ”primero están los caballeros.” Que sí, que no; entonces el envidioso dijo: “Ok, yo pido primero, que me saquen un ojo.” La envidia es un sentimiento destructivo de alguien que pretende quitarte lo que has logrado. Si eres un hombre de éxito, siempre te perseguirán.
Presta atención a este cuento: Había un hombre vendiendo cangrejos en la playa. Tenía dos cubos llenos de animales vivos: uno estaba cubierto con una malla y el otro tapado. Una mujer le preguntó: “¿Por qué tapó un cubo y el otro no?”entonces el vendedor respondió: “Porque vendo dos tipos de cangrejos: japoneses y argentinos. El cangrejo japonés siempre trata de salirse del cubo; cuando no lo consigue, los demás hacen una cadena, se apoyan unos a otros y así todos logran salir, por eso tuve que ponerle una tapa. Los cangrejos argentinos también tratan de escaparse, pero cuando uno intenta saltar, los de más abajo lo agarran y así ninguno escapa.”
La envidia es una profunda bronca producida por el logro de otros. La envidia es un deseo de venganza; tu brillo opaca al envidioso. La envidia acortará tu visibilidad y ejercerá la misma función que la neblina: no te permitirá ver más allá de lo que sólo está al alcance de tus ojos. La persona que envidia pasa tiempo opinando y juzgando todo lo que el otro tiene, en lugar de orientarse a alcanzar sus propios sueños, por lo cual, termina convirtiéndose en verdugo en vez de ser protagonista de su propia vida.
La envidia es un deseo de destrucción, de odio. Las muertes, las violaciones, las estafas, los engaños, los maltratos nacen por la envidia, por ambicionar lo que el otro tiene. La envidia tratará de destruirte a través de la persecución abierta o de la descalificación, de la calumnia. Su objetivo será siempre el mismo: perseguirte. Cuando te digan: “Lo que yo te digo no es para criticarte”, “Te lo digo, pero no para destruirte”, es porque te quieren eliminar. La afirmación de alguien en una conversación denota lo que esa persona tiene en su mente (de lo contrario no necesitaría aclararlo).
El envidioso dirá: “¡Ojo! No lo digo para que te vaya mal”, pero tú y yo sabemos que en el fondo su intención es que no logres tus objetivos.
“La envidia es una declaración de inferioridad.” Napoleón Bonaparte
“La envidia es la ira de los pusilánimes.” Antonio de Solís
“Envidia es la tristeza por el bien ajeno y pesar por la felicidad de otro.” Meritxell Hernández
La envidia nos desenfoca y conduce nuestra energía hacia el flanco equivocado, hacia “el otro”, en lugar de buscar dentro de nosotros mismos las mejores oportunidades. Es un sentimiento tan completo y cegador que no te permite ver lo que está delante ni aquello que sólo a ti te pertenece. Recién cuando tu estima y tu yo estén seguros de sus capacidades y habilidades, cuando hayas determinado que nada te moverá del objetivo a seguir, nunca nadie más te despertará “envidia.”
Del Capítulo 2 del libro de Bernardo Stamateas -“Gente Tóxica”